«Las niñas, a
partir de los 4 años, son bombardeadas con modelos de mujeres que han alcanzado
éxito social y que triunfan en función de su imagen y sus atributos físicos, no
por sus cualidades personales ni profesionales. Revistas, programas
televisivos, concursos, todo tipo de estímulos van en la dirección de
mantenerlas pendientes de su físico, tratando continuamente de remodelarlo para
parecerse a sus ídolos de la moda. ¿Con qué finalidad? Este es el camino del
triunfo, es la manera en que llegarán a ser famosas, a tener oportunidades. […]
El control sobre el cuerpo se convierte así en una forma de alcanzar poder. […]
Cada vez hay
más niñas que caminan como modelos, bailan como Shakira, se preocupan por su
peso. En España se ha dado ya la cifra de 37% de las niñas que hacen dieta para
adelgazar. Compran ropa que deje al aire una parte de las nalgas, eligen
minifaldas, comienzan a pensar en los piercings
o en los tatuajes. Y, en la adolescencia, van mucho más allá: prevén la
posibilidad de la cirugía. Sin que seamos muy conscientes de ello, hemos
llegado a un tipo de prácticas muy cercanas a las de los vendajes en los pies o
las escisiones de clítoris. Aceptamos que se realicen modificaciones
substanciales y a veces peligrosas del cuerpo, sólo por estar a la moda y
parecerse a unos modelos sociales a menudo inalcanzables.» (Marina Subirats, Forjar un hombre, moldear una mujer,
Editorial Aresta, Barcelona, 2013)
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